Sierra Nevada es uno de los puntos estratégicos en la fase de puesta a punto de la gran mayoría de vehículos que todos conducimos. Sus carreteras, en especial en verano, en plena temporada baja de la estación de esquí, están plagadas de prototipos que ultiman su desarrollo y evolución.
Por su ubicación geográfica y sus especiales características en cuanto a clima y, sobre todo, altitud, la subida desde Granada hasta el puerto se convierte en el mejor banco de pruebas para comprobar la fiabilidad mecánica de cualquier modelo antes de su lanzamiento comercial.
Así que viajamos hasta allí el pasado mes de agosto con la intención ponernos por primera vez al volante de la nueva generación del Seat León, que hará su estreno mundial la próxima semana, en el Salón de París, y que llegará a los concesionarios a finales de año.
La marca hispano germana nos brindó la posibilidad de colaborar con sus ingenieros en la última fase de puesta a punto de su nuevo compacto, y para ello, puso a nuestra disposición dos unidades pre-serie del modelo, plagadas de sensores para captar el comportamiento del vehículo en nuestras manos.
Fermín Soneira, gerente de desarrollo de vehículo completo y chasis del nuevo León, Joan Roig, mánager de desarrollo del chasis, y Jordi Ferrán, responsable de dinámica del chasis, nos acompañaron en nuestra prueba, que discurrió por carreteras anchas, en buen estado y con curvas rápidas de fácil gestión durante la subida al puerto, y por vías más estrechas, con menor ‘grip’ y curvas en zigzag más cerradas de bajada.
Todos ellos pulsaron nuestra opinión y se interesaron por todos los aspectos que consideramos mejorables del vehículo, que en realidad, no fueron demasiados. La nueva generación del compacto de Seat ofrece un salto cualitativo realmente notable, no sólo en diseño exterior, mucho más logrado y vanguardista, ni en evolución interior, con materiales de mayor calidad, sino especialmente en tecnología.
En nuestra prueba conocimos varios datos realmente interesantes del desarrollo del modelo. Por ejemplo, que el comienzo del proyecto que concluye con el lanzamiento del vehículo se inició hace nada menos que cinco años. Un lustro en el que ingenieros y probadores de la marca han recorrido la nada despreciable cifra de diez millones de kilómetros de test.
Poco o prácticamente nada escapa al control de los responsables de desarrollo, capaces incluso de aparcar una unidad del vehículo en pleno desierto africano durante un año para comprobar los efectos del calor en los materiales del habitáculo. O de llevar otra a alguna de las zonas con climas fríos más extremos del planeta y constatar cómo reaccionan las gomas del salpicadero, los elementos tecnológicos y los neumáticos.
Al estar construido sobre la plataforma modular MQB, que comparte con varios modelos del Grupo Volkswagen, el nuevo León puede reducir su longitud entre cuatro y cinco centímetros logrando aumentar la batalla. Al ser más bajo y más ancho, la sensación de aplomo se multiplica, algo con lo que colabora el eje delantero, que se sitúa ahora cuatro centímetros más cerca del frontal. El espacio en el interior crece, en especial en las plazas traseras, y el maletero, de 380 litros de capacidad en configuración normal, gana cuarenta litros con respecto a su antecesor.
El nuevo León es el primer modelo de su categoría que cuenta con grupos ópticos con tecnología LED integral, opcionales. Dispone también de detector de somnolencia, asistente de luces largas, detector de cambio de carril
y de un interesante sistema Seat Drive Profile, similar al Audi drive select del A3 que nos permite elegir entre tres modos de conducción denominados Eco, Confort y Sport con los que se ajustan varios parámetros como la respuesta del motor y del cambio, la sensibilidad de la dirección e incluso el sonido que se emite a través de los tubos de escape.
Las dos primeras opciones son muy similares, apenas se perciben cambios en el comportamiento del vehículo entre ambas, pero la opción Sport, más agresiva, sí nos transmitió sensaciones más dinámicas. Incluso visualmente está programada para modificar la iluminación del habitáculo aportando un toque deportivo al pasar del blanco habitual al rojo.
Como detalles estéticos, llaman la atención los nuevos tiradores de las puertas traseras, que abandonan la posición oculta en el marco de las ventanillas de la anterior generación para volver a su ubicación habitual. O el frontal, que adopta claramente el nuevo lenguaje de estilo de la marca, con una parrilla muy llamativa y unos faros rasgados de aspecto dinámico.
En su zaga, el nuevo logo de la marca que hace las veces de tirador del portón del maletero, comparte protagonismo con los escapes y un pequeño alerón superior.
Y el apartado tecnológico es otro de los puntos fuertes del modelo.Cuenta con un nuevo sistema de infoentretenimiento, de tres tipos según el nivel de terminación elegido por el cliente, que puede llevar una gran pantalla táctil de manejo intuitivo, similar al de los smartphones, y que es un claro ejemplo de conectividad con tomas para sistemas de audio auxiliares, iPods, iPhones, memorias USB y bluetooth.
Al contrario de lo esperado, el nuevo León es más confortable en cuanto a suspensiones. Incluso las versiones superiores a 150 CV, que cuentan con un esquema multibrazo para el eje trasero, prefieren que prime la comodidad a la deportividad.
Los responsables de la marca nos confirman que la idea de la marca es situar al León como el coche ideal para el día a día, algo que requiere fijar unos límites en cuanto a la dureza de los muelles para transmitir mayor confort. Y todo ello, intentando limitar lo menos posible las sensaciones deportivas típicas y esperadas del modelo.
Durante nuestra prueba tuvimos la oportunidad de conducir dos versiones pre-serie: una gasolina, de 1.8 litros TSI con acabado FR, asociada a una caja de cambios DSG, y otra diésel, de 2.0 litros TDI con 150 CV de potencia y cambio manual.
La ergonomía al volante es buena, los controles están a una distancia correcta y tenemos la sensación de ir algo más bajos, más pegados al suelo que en la anterior generación del modelo. El aspecto del salpicadero es mucho mejor que en el anterior León, con un diseño más evolucionado y un aspecto más próximo a de los compactos premium.
Comprobamos que las dos motorizaciones seleccionadas para nuestro test cuentan con potencia más que de sobra para conducir holgadamente dentro de los límites de velocidad actuales. Se nota bastante el esfuerzo de la marca por mejorar la insonorización en el habitáculo, que aunque hace perder al León parte del carácter deportivo del que gozaba en su anterior generación, le permite ganar en confort.
El tacto del vehículo y las sensación de nobleza que transmite en todo momento nos permiten enlazar las curvas rápidas de subida al puerto con las máximas garantías. La aerodinámica también ha mejorado, y los 90 kilos de peso según versión que ha conseguido ‘quitarse’ de encima, se notan en aceleraciones y recuperaciones.
Las curvas lentas nos obligan a jugar un poco más con el cambio y nos trasladan a un tipo de conducción más deportiva y divertida.Es ahí donde sube una media de consumo que, sin embargo, es hasta un veinte por ciento menor que en el anterior León. En nuestra prueba, con la unidad diésel y una conducción más relajada, apenas alcanzamos los cinco litros de media.
Las cifras con el motor TSI se elevaron más de lo que esperábamos, aunque sin duda motivado por una conducción más agresiva. Pero, en general, la impresión que nos transmitió el modelo fue realmente buena, con notables mejoras técnicas, dinámicas, de calidad y de aspecto. A poco que el precio le acompañe, será sin duda una interesante opción de compra en su segmento los próximos años. Más información de la prueba, en el número de octubre de 2012 de la revista Marca motor.
Fuente: El Mundo.
Fuente: El Mundo.